¿El museo incluye o excluye?
Esta pregunta no era mía, la hacía el museólogo Richard Sandell en 1998[1]. Quizás la razón por la que decidí recordarla con ustedes tendría ver con las jornadas «Horizontes en el arte español» que tuvieron lugar en el Museo Reina Sofía en el año 2013 y a las que fui invitada a hablar del “valor social del arte”[2]. Entonces, mi participación partía de cómo el gobierno de David Cameron en Gran Bretaña –bajo el paraguas retórico de la «Big Society» y a raíz del Public Services Act del 2012– estaba utilizando el concepto de «valor social» para financializar los servicios públicos, utilizando además el valor social en una métrica que permitía valorar cosas como la capacidad de atraer trabajo voluntario, algo que en tiempos de austeridad resultaba particularmente preocupante[3]. Quería simplemente advertir sobre este tipo de conceptos híperflexibles, sobre el apelar a algo como el «valor social» sin dejar muy claro a qué se está apelando. La reacción de muchas colegas fue negativa, como si les estuviera contando que lo “social” nos tenía que importar un pepino, lo cual da una idea de lo poco que hemos lidiado con políticas de este tipo –y sus derivas neoliberales– en nuestro país.
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