“Horizontes Insulares”, en La Laguna (I y II)

Publicado originalmente en El Baile y las Cadenas


I

Este es un proyecto que vincula artes visuales y literatura de diferentes archipiélagos de España, Portugal y Francia, más algunas otras islas del Caribe. Sus artífices intelectuales han sido Orlando Brito y Nilo Palenzuela, y su desarrollo ha requerido dos años de trabajo y una fuerte inversión económica, aportada en su mayor parte por el Gobierno de Canarias dentro de su programa “Septenio”, pero que ha contado también con la colaboración de la SEACEX y otras instituciones museísticas de algunos de los archipiélagos a donde viajará la exposición tras su paso por las salas de La Regenta (Las Palmas) y del Cabrera Pinto (La Laguna).

Es difícil abordar las distintas facetas que ofrece el proyecto en un texto breve como éste (hoy y mañana) y por ello me voy a centrar en algunas cuestiones casi preliminares, de concepto y estrategia, de sentido y función, dejando por completo a un lado el aspecto literario para valorar con algún detenimiento la parte visual. Este es un blog para encontrar perspectivas de disenso. Con ello pretendo señalar que los elogios, todos los que se merezca este proyecto, ya se habrán dicho o se dirán en otros lugares. Aquí, sin embargo, los promotores del proyecto y sus autores pueden encontrar otra opinión, es decir, una divergente del aplauso.

Vamos con esas cuestiones preliminares. La primera que debe señalarse es que este proyecto ofrece todo el aspecto de haber sido concebido y diseñado a la medida para recibir una subvención gubernamental. Se trata del tipo de proyectos que gusta a los gobiernos que desean inaugurar eventos culturales sin riesgos: es inter-disciplinar (arte y literatura), es inter-insular (islas de aquí y de allí), es inter-nacional (aunque sus regiones insulares no se caractericen por ser focos fuertes de creación) y el tema aglutinante es tan abierto e inconcreto -por tanto, ambiguo- como para que dentro de sus contenidos quepa casi todo, excepto lo que suscite alguna incomodidad artística y/o ideológica, sobre todo en relación a algunos de esos países isleños, que no son, precisamente, modelos de convivencia y desarrollo social ordenado.

Según se afirma en los textos institucionales, este proyecto se constituye como puente entre las diversas regiones insulares puestas en relación, de lo que se deduce que esas relaciones perdurarán en el tiempo (ser un puente) y no quedarán en un mero episodio puntual para la ocasión (hacer un contacto). Habrá que estar, por tanto, alerta sobre esa continuidad de relaciones, pero si ello fuera posible –y ésta es la segunda cuestión-, puestos a establecer relaciones con islas atlánticas, hubiera sido deseable haber involucrado a las islas británicas (sin olvidarnos de Cabo Verde), las islas del Mar del Norte, danesas, suecas y noruegas (sin menosprecio para la Martinica), las islas de las costas norteamericanas y canadienses (sin dejar a un lado la Guayana), etc. Lo digo porque podría dar la impresión de que, al amparo de una supuesta región insular centro-atlántica que sería la incorporada aquí, se ha preferido establecer relaciones con islas frente a las cuales Canarias puede manifestarse como una potencia económica y cultural. En fin, compañeros de viaje encantadores y amables, que recibirán con los brazos abiertos esta embajada, pero con poco punch e interés para la proyección exterior de la creación canaria y su enlace con otras creatividades, salvo que nos conformemos con sentirnos bien en ese nivel “ultra-periférico”. Poner la mira en esas otras islas del primer mundo haría mucho más trabajosa la tarea de encontrar interlocutores, pero es también fácil imaginar un rendimiento cultural mucho mayor. Canarias siempre ha tenido sus ojos puestos en los grandes países de Europa y América, ¿nos conformaremos ahora con estar a la altura de las regiones más apartadas de esos países?

Quizá se ha preferido ser cabeza de ratón antes que cola de león, pero la prueba de la errada decisión de entrada se encuentra en los propios contenidos de Horizontes Insulares: el arte que vemos en ella desmerece el esfuerzo que ha conllevado su realización, esfuerzo comisarial y económico. Orlando Brito es un buen comisario de exposiciones y ha demostrado en repetidas ocasiones su valía, tanto en sus años como Conservador-Jefe del CAAM como con sus proyectos independientes. Sin embargo, en mi opinión -y se trata del aspecto tercero-, él mismo puso la altura del horizonte demasiado baja, quizás para asegurarse el beneplácito de “Septenio”, y eso se hace evidente a lo largo de una exposición en la que nada llama la atención y todo resulta políticamente correcto y previsible hasta el desaliento. De haber sido realizada por recién licenciados en Bellas Artes, ésta hubiera pasado por ser una exposición “interesante”, sin más, pero hecho con este esfuerzo resulta melancólicamente enojoso: gran esfuerzo y frutos mínimos.

II

Una cuarta cuestión: el tándem Orlando / Nilo no parece haber funcionado como una unidad: de hecho, puede hablarse de dos proyectos diferentes que se han presentado al unísono, el plástico y el literario, sin que se detecten líneas de interacción. Cada cual ha llevado a cabo su trabajo, sin que el uno haya entrado en el campo del otro, lo que se hace evidente al constatar que ninguno de los dos artistas canarios en la muestra ha sido objeto de atención por parte de Nilo con anterioridad, pues es quien se ha movido simultáneamente en ambos territorios. Él mismo reconoce que “esta colección literario-artística es sólo el lado complementario de Horizontes Insulares”. Por tanto, es lógico preguntarse si la suma del esfuerzo de dos especialistas ha proporcionado alguna ventaja suplementaria al proyecto.

Y estoy hablando de la exposición como conjunto. Hay artistas que desempeñan un papel digno, como Teresa Arozena y sus crepusculares fotografías o María José Cavaco y sus transparentes dibujos de pies y manos o los vídeos “penelopianos” de Ricardo Barbeito. No obstante, estas individualidades no salvan el conjunto. Tampoco se detecta un improbable denominador común que el hecho de la insularidad podría haber generado -al margen de que “Septenio” tenga declarado 2010 como año de “las islas”-, una especie de aglutinante en algún aspecto que fuera más allá de sentir que “las islas se comunican de forma subterránea” y creer que “es posible el diálogo creador bajo el signo de la condición insular”.

Fruto de esa carencia de núcleo intencional –quinta circunstancia- es el hecho de que tanto los nombres de los artistas como los contenidos concretos podrían haber sido otros completamente diferentes y el título y los mismos textos hubieran servido tal cual. Valen indistintamente, además de estar atravesados por todos los tópicos y lugares comunes en lo tocante a la “canariedad” artística. ¿Para cuando un punto de vista diferente? No es necesario negar lo dicho antes por otros. Esa tarea de desmontaje sería higiénica, pero no es imprescindible. Lo importante ya es empezar a decir otras cosas, iniciar el balbuceo de un discurso diferente para salir de unos clichés acomodaticios y mil veces regurgitados. Me hubiera gustado encontrar un texto canario tan interesante como el escrito por Irineu Rocha para las islas de Cabo Verde.

Tengo en muy alta estima el trabajo de Javier Caballero como diseñador, sin embargo en esta ocasión algo ha fallado, como si lo endeble del concepto expositivo hubiese infectado a su documento impreso. El volumen presentado para la exposición tiene un diseño antiguo, ochentero, grandote e incómodo, excesivo y lujoso a pesar de sus tapas blandas. En fin, una pena. No obstante, la cajita de literatura con sus doce libretos está bien concebida y es un acierto pleno (diseño de Valladares D. y C.), así como las ilustraciones de Elena Galarza en el tomito compartido con Anelio Rodríguez Concepción. Ni el catálogo ni el estuche habrán resultado baratos y aquí es donde cabe hacer una sexta objeción: ¿cómo se puede armar un libro de 368 páginas con traducciones de ¡todos! los textos al francés y al portugués, pero no al inglés?

En fin –séptimo problema-, tampoco las salas de exposiciones donde se presenta Horizontes Insulares ayudan a la visibilidad comprensiva. Por la envergadura del presupuesto manejado en esta exposición el Gobierno de Canarias debería haber buscado unas puestas en escena más acordes con la importancia pretendida. El Gobierno de Canarias prefiere hacerlo en sus propias salas -se comprende-, aunque no sean las adecuadas para la ocasión -no se comprende-. En realidad, lo que no se entiende de ningún modo es que todo un gobierno autonómico carezca de espacios de presentación artística acordes con su rango. La Regenta y el Cabrera Pinto son espacios con características museográficas de segundo nivel expositivo, casi un nivel municipal. Produce cierto sonrojo saber que en algunos de esos países la exposición será presentada en genuinos museos de arte contemporáneo, de arquitectura actual y con condiciones museográficas y espaciales muy superiores a las que nuestro Gobierno ha ofrecido. Salvo que el Gobierno de Canarias no quiera compartir con ninguna otra institución sus improbables e inciertas medallas, carece de sentido que no participe en la gestión y gobierno de los dos únicos centros de arte de Canarias que ofrecen condiciones de altura “gubernamental”, aunque hayan sido promovidos por Cabildos. CAAM y TEA también están haciendo país, ¿o no?, y por eso la acción individualista del Gobierno se comprende aún peor, máxime en tiempos de escasez económica, en los que arrimar el hombro entre todos y concentrar los esfuerzos debe ser la divisa común.

¿A qué altura deja este proyecto el nivel del debate sobre el arte en Canarias? En el mismo punto en donde estaba, me temo. Se ha gastado, pero no se ha avanzado. A pesar de que el catálogo no es significativo, aun menos lo es la presentación pública de las obras seleccionadas. Con las ediciones hubiera bastado para lo que se cuenta; la exposición está de más, pero el dinero gastado se echa de menos.

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