Crítica

“El pintor como critico de Arte”, era por cierto el título de un curso monográfico de doctorado que impartido brillantemente por Ramón Salas tuve la suerte de asistir en la Facultad de Bellas Artes, hará de esto unos cuantos años.

En dicho curso se contemplaba, en el primer capitulo del programa el tema: “introducción hacia una estética de la recepción, como estética de la responsabilidad”. Y es que por mucho que nos empeñemos en ser como Joaquín Sabina que manifiesta que a diferencia de Borges, él a quien le quiere llegar es a su portera, me temo que dependerá mucho de la “onda” que lleve su portera; por más que mi admirado Joaquín ponga de su melancolía del ritmo, no le llegará, creo yo, si ésta no cumple también unos requisitos mínimos como receptora del mensaje.

En este sentido, apuntar que hoy en día existen medios de divulgación y formación visual destinada a paliar la desigual e injusta implicación de la estética y la ética, (museos).

El tal curso,  continuaba en su segundo apartado: “Autonomía y modernidad; Autonomía del hombre de la estética y del Arte”.

Tercero, “el ser se hizo carne y habitó entre nosotros; la ontologización del Arte y la naturalización del genio,” lo cuál, no deja de tener cierta carga de ironía desmitificadora sobre la postura infranqueable del artista en la burbuja de cristal, remiso a toda explicación en exceso, por otra parte legítima, aunque no sea éste un ejemplo válido para el entendimiento del asunto, mas allá de enigmas indescifrables o no, creo más en la capacidad de dialogo y del razonamiento exhaustivo, con rigor, dentro y sobre todo consciente de las limitaciones de cada lenguaje; Comenta Rudolf Arnheina en “Arte y percepción visual”, la objeción según la cual mientras más hablamos de un cuadro más nos estamos distanciando de él mismo, pues son lenguajes visuales y verbales , por tanto de distinto signo y no tienen traducción directa.

Este postulado, entre otros, es quizás el que me lleva a defender la brevedad por precisa, ante la pretensión no siempre brillante, ni por supuesto concluyente  oratoria, que puede resultar retórica en el buen sentido de la palabra e incluso erudita, normalmente susceptible de caer en tentaciones de “salir por los cerros de Úbeda” generando una nueva dificultad que consiste en discernir hasta donde resulta del sujeto y donde del propio objeto a criticar, dicho de otra manera donde esta la propia capacidad de sugerencia de la obra y donde es aportación de la critica, por lo que continúo considerando, que el arte está en la economía del lenguaje. Todo lo que no esté dentro de la propia capacidad de sugerencia de la obra, será literatura, pero difícilmente se pueden adjudicar conceptos no implícitos per se  conjugando plástica y literatura que sería otra opción. Asevera un viejo proverbio árabe; “si dices todo lo que sabes terminas faltando a la verdad”. Es decir: no en la extensión está la precisión, lo autentico es algo breve, abstracto.

Continúa el curso de doctorado maquinando distintas tesituras sobre las relaciones diversas entre  la ética y la estética. Es precisamente este punto donde la crítica como tal es susceptible de perversiones tergiversadoras diversas en virtud del manejo de información privilegiada difícilmente perceptibles pero capaces de estigmatizar con criterios posiblemente “amarillistas”, provincianismo útil para que además de solapar o y otorgar palabras o adjetivos, incluso  conceptos llevados de aquí para allá  (valores) que en algunos casos usurpan el discurso de unos a favor de otros. Un hándicap producto de la natural usura intelectual producida por donde se dan intereses encontrados. La cultura crítica se ha llevado a una cultura banalizada.

Se anhela una critica independiente, profunda, valiente, emancipada de las instituciones, exclusivos surtidores de gloria efímera o no , plataformas de confort, al fin y  al cabo, no siempre, conforme a “derecho”. Y es que la critica tiene o debe tener sin duda un papel intermediador  entre el artista y el espectador que ayude a discernir el mensaje plástico reconvertido ahora en genero literario asumiendo el reto de poner palabras a otro lenguaje con capacidad propia de sugerirlas como es la expresión Plástica.

Independientemente de declaraciones de principios o manifiestos un artista se expresa con su obra; siempre valdrá más lo que sea capaz de manifestar con su obra que lo que nos cuente con su verbo mas o menos resolutivo;  otra cosa es la capacidad autocritica fundamental para seguir evolucionando. “Toda obra es una manipulación de la apariencia y el artista un manipulador de apariencias,” recuerdo haber oído defender en una ponencia a  Bonito Oliva el célebre crítico italiano, lo cual dicho fríamente parece desalmado, que no, pero no por ello es irrefutable.

Como podemos ver, es propio el adoptar el rol critico y de la crítica abriendo un debate consciente de que, como digo, el medio de expresión del pintor, escultor, siempre será el propio de su oficio, depurando una estética que nos lleva a ineludiblemente a idem ética,   siendo consecuente con lo manifiesto. Solo queda soportar el peso de la crítica con resignación pero consciente de que solo el trabajo concienzudo nos libera de carencias o hándicap externos, el buen marinero capaz de oler la brisa y averiguar el tiempo por venir, no precisa otra información que su propio instinto para resolver maniobras de rumbo ventajoso o favorable.

Nadie descubre al artista mas que él mismo artista, solo desde el propio reconocimiento se asumen otros posibles receptores,  de ahí que se debe tener muy claro el estado de la cuestión cuando pretendemos proponer, esgrimir tesis de nueva planta; reconociendo de donde venimos, sabremos donde estamos, a quien le debemos y quien nos  ¿ sigue? Si lo hubiera.

Toda obra es receptora de determinadas influencias y potencialmente emisora de otras, formando parte de eslabones de una cadena creativa que nos con – funde en el pozo del saber global.

El percibir receptores de aportaciones emisoras de nuestra obra implica un reconocimiento subliminal no siempre manifiesto pero tácito. De la misma manera que un plagio implica poner en valor al que ha sido objeto de tal plagio, reflejando a la vez una clara manifiesta declaración de impotencia creativa.

La obra se explica por si sola, es el conocimiento de la materia la que sitúa al artista y su obra, su capacidad de sugerencia, frente al observador, contemplador o deleitador  con mas o menos criterio, el mercado lo absorbe, o no , lo veta,  o no. De tal forma que lo indispensable de la critica será directamente proporcional al desconocimiento o desinformación del publico general.

La responsabilidad de la crítica podríamos decir independientemente de juramentos hipocráticos se debe a la verbalización  de la expresión plástica por tanto el uso de las palabras sin menoscabo de las mismas, pues la eficacia de estas se debe al uso ad hoc, devaluando su poder definitorio  cuando hacemos uso inadecuado o no procedente.

Por otra parte el artista por medio de la autocritica, da lo mejor de si mismo, asumiendo su espíritu de artista, cuya única rebeldía consiste en aspirar la libertad.

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